El Peso del Corazón en los Días Modernos (Segunda Parte)

Cuando las leyes del alma antigua se asoman a la conciencia del siglo XXI.

¿Y si Maat no fuera solo un recuerdo del Nilo, sino un espejo de nuestras calles, plazas y redes sociales?.

 

Por Ehab Soltan

HoyLunes – Las confesiones negativas del alma egipcia siguen resonando en cada decisión que tomamos, en cada gesto cívico, en cada omisión. ¿Qué ocurriría si volviéramos a escucharlas una por una, no como antiguas normas, sino como preguntas para nosotros mismos?

12. No he actuado con engaño.

A diario, recibimos correos que prometen lo imposible, anuncios que distorsionan productos, políticos que moldean verdades según el día. En las redes sociales, la mentira se viste de ironía, de opinión, de sarcasmo. ¿Hemos convertido el engaño en entretenimiento?

13. No he explotado a otros.

¿Y los riders que reparten a deshoras por dos euros? ¿Y los becarios eternos? ¿Y los mayores que viven solos tras haberlo dado todo? En una Europa que presume de derechos, hay aún demasiados ojos que miran hacia otro lado mientras la explotación se disfraza de sistema.

En cada esquina de nuestra vida moderna, las antiguas leyes nos hacen preguntas sin palabras. Fotografía: MEUM MARE

14. No he causado dolor.

El dolor no siempre es físico. Es mirar a alguien y no verlo. Es cortar una ayuda sin aviso. Es no devolver una llamada de auxilio. En el aula, en la familia, en la política, en la justicia… ¿cuántos gestos provocan sufrimiento sin siquiera levantar la voz?

15. No he levantado falsos testimonios.

Las ‘fake news’ no son accidente. Se diseñan, se propagan, se comparten con un clic. Hemos llegado al punto en que la verdad necesita defensores tan comprometidos como antes lo necesitaban las víctimas de la guerra.

16. No he hecho llorar a nadie.

Parecería un mandamiento ingenuo, incluso infantil. Pero ¿cuántas decisiones administrativas, cuántas frases lanzadas sin empatía, cuántas políticas mal diseñadas causan lágrimas silenciosas? Tal vez, una buena ley debería pasar siempre por este filtro: ¿hará llorar a alguien?

El corazón del difunto se pesa junto a la pluma de Maat. Hoy, ¿qué pesa más en nuestras decisiones diarias? Fotografía: Michelle Chadwick

17. No he cometido actos impuros ni perversos.

Maat no habla de moral religiosa, sino de armonía. ¿Respetamos a los demás en lo íntimo y en lo público? ¿Dejamos espacio a la diversidad sin convertirla en mercancía?

18. No he tenido pensamientos impuros ni he mirado con desprecio.

Las redes han normalizado el odio, el juicio veloz, la mirada que condena sin saber. La impureza aquí es de alma: el desprecio por quien es diferente, por quien duda, por quien no encaja en nuestras coordenadas.

Maat, representada con la pluma de la verdad sobre la cabeza, observa. No juzga, pero recuerda. Fotografía: AXP Photography

Una confesión que no necesita templos

Las Leyes de Maat no piden que creas en dioses, sino que respondas por tu vida. En vez de señalar a los demás, te preguntan: ¿eres justo contigo, con los otros, con el entorno?
¿Podríamos imaginar un Congreso en el que se leyeran antes de cada sesión? ¿Una empresa que las tenga en la entrada? ¿Un colegio que las discuta en ética?

El juicio no es en el más allá. Es ahora

Maat no se impone con castigo. Su fuerza está en lo sutil: cuando una sociedad se desequilibra, el caos lo dice todo. Violencia, soledad, corrupción, miedo. Todos son síntomas de una comunidad que ha olvidado sus leyes interiores.

¿Y si volviéramos a ellas no para venerarlas, sino para vivirlas? No como arqueología, sino como brújula.

#hoylunes, #ehab_soltan,

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